La Concordia Fue Posible

lunes, diciembre 17, 2007

Artículo publicado en El Mundo en diciembre del 2007

Ando estos últimos días atareado en el repaso de algunos discursos de mi padre. Es curiosa la sensación de frescura que transmiten y la enorme nostalgia que despiertan.

Yo fui uno de los que el otro día acudió de buena fe a la concentración “por la libertad y por la derrota del terrorismo” en la Puerta de Alcalá. Fue francamente triste, tanto desde el punto de vista de participación, como desde el punto de vista litúrgico. Es cierto que era un acto doloroso, había un muerto reciente; pero no es menos cierto que no hay mejor consuelo para las víctimas que la esperanza, que la ilusión por alcanzar una meta común y hacerles sentir que el sacrificio no ha sido inútil. Desgraciadamente los políticos –y me meto en un saco en el que no tengo hoy responsabilidad alguna- no fuimos capaces, una vez más, de transmitir esa esperanza, ni de generar esa ilusión. Otro asistente, mejor intencionado que yo –todavía- me dijo que era lo máximo a lo que se podía llegar, de momento. Yo creo que sólo es posible aquello que de verdad se quiere.

Entre los discursos de mi padre de los que les hablaba al comienzo, tras la concentración, me vino a la cabeza uno relativamente reciente. El que pronunció al recibir el premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

En un momento dado dijo: “La lucha política, la controversia, el debate, el disentimiento, el conflicto no constituyen una patología social… reflejan la vitalidad de una sociedad”. A esto hay que añadir que siempre y cuando no dañen la raíz propia de la convivencia. El artífice del mayor acto de concordia de toda nuestra historia señala que ese consenso que la posibilita, se debe ceñir a muy pocas cosas. “Tal vez solamente a una: la voluntad firme y profunda de convivir en libertad. Y eso, más que una idea, es a veces una creencia… Ortega señalaba que a las ideas las sostenemos nosotros, pero las creencias nos sostienen a nosotros”.

Suárez recibe el premioMi padre entrando al teatro Campoamor en 1996

Debemos creer firmemente en nuestra convivencia en libertad, y nada afecta más a esa convivencia en libertad que la violencia asesina y chantajista del terrorismo etarra. Por tanto, nada es tan necesario como el consenso en torno a su lucha. Para alcanzarlo –de nuevo- es absolutamente necesario reconocer las culpas de cada uno y estar dispuesto a recomponer la situación.

Es cierto que el Gobierno legítimo de la Nación, el que dirige la política antiterrorista, hizo un arriesgadísima apuesta por una negociación política con los asesinos en la creencia de poder conseguir lo que otros no consiguieron y con la esperanza, nunca disimulada, de desterrar a la oposición. He sido el primero en defender el derecho de todo el mundo a equivocarse –aunque el Presidente del Gobierno debiera ser capaz de escarmentar en cabeza ajena-, pero cuando uno se equivoca, tiene la obligación de aceptarlo y rectificar. También debe asumir las responsabilidades derivadas de su equivocación. La negociación ha sido un absoluto fracaso y, si bien es cierto que hoy no es el momento de exigir responsabilidades políticas, si lo es el de exigir una rectificación profunda. No puede el Presidente mantener la puerta abierta a la negociación. La responsabilidad de la falta de consenso es, en gran medida, suya. Si él echó de menos ser llamado a Moncloa tras los atentados del 11-M, recibir mejor información y tener una mayor participación en la respuesta que se daba –y estoy de acuerdo con él en esto- hoy somos muchos los que echamos de menos esa misma generosidad y grandeza para superar las heridas del partidismo y enfrentar a los terroristas desde el acuerdo y la unidad. No puede, ni debe ser, prisionero de sus errores.

Eché de menos también a la AVT. Lo digo desde el profundo cariño y respeto. He participado en casi todas sus convocatorias y lo seguiré haciendo. Creo que tiene todo el derecho a sentirse ofendida por las palabras y los hechos de algunos políticos y lo respeto; pero, si han sido capaces –como bien han demostrado- de no aceptar la venganza y mantener la fe en la justicia, deben ser también capaces de sobreponerse a las descalificaciones oportunistas de los políticos y hacer gala, una vez más, de su generosidad, entereza y altura de miras. No deben darle oportunidad alguna de crítica a ningún político desorientado.

Es cierto que el PP ha utilizado el terrorismo para hacer oposición, pero nadie puede exigirle que, cuando se le excluye intencionadamente de una determinada acción política –en este caso la lucha antiterrorista- con la que está en profundo desacuerdo, haga palmas o mire para otro lado. Sería una profunda dejación de funciones que le convertiría en co-responsable de las consecuencias. Sin embargo, creo que ha fallado el partido en la concentración del otro día. Eché en falta una movilización masiva de sus dirigentes regionales y un compromiso profundo de los nacionales desde el mismo minuto en que se consensuó el lema. También hay que reconocer que sobraron los insultos, por pocos y aislados que fueran, cada uno de ellos es muestra de una falta de grandeza hacia la que debemos orientar todos nuestros pasos en este asunto.

Me hubiera gustado ver al Presidente de mi partido y al Presidente del Gobierno darse la mano en el estrado y ser capaces de decirle a una nación, que lo está esperando desde hace mucho, que se ha acabado el tiempo de hablar y ha llegado el tiempo de derrotar a los asesinos y hacerles ver que, gobierne quien gobierne, solo tienen un destino, uno sólo: la cárcel.

Decía mi padre ante Su Alteza el Príncipe de Asturias que, “en algún momento, he llegado a pensar que fui víctima política de la práctica de la Concordia. Pero si así fue, me enorgullezco de ello”.

Hoy más que nunca, es necesaria una generosidad de ese tipo que rompa el círculo de la discordia que separa y aprisiona a los demócratas.

3 respuestas a “La Concordia Fue Posible”

  1. La concordia duró mientras estuvo el presidente Suárez; él la trajo y con él se fue. Los españoles añoramos aquella etapa y necesitamos urgentemente savia nueva que vuelva a poner orden sin imposiciones, paz sin rencores y todo ello con honradez, generosidad y coherencia. Anímese D. Adolfo…

  2. No creo que España hoy sea un referente a nivel internacional teniendo en cuenta las políticas que se están llevando a cabo, pero sí lo seguimos siendo en lo que respecta al comportamiento que tuvieron los españoles en la época de la transición capitaneados por S.M El Rey y por Adolfo Suárez y a la labor ejemplar que desarrollaron todos ellos juntos. Fuimos un caso único y un ejemplo a seguir. Orgullo y agradecimiento.

  3. Ningún presidente posterior a Suárez ha sido capaz de llegarle ni a la suela del zapato: su honorabilidad, humildad, altura política y calidad humana son virtudes que no se han visto en quienes les sucedieron en el cargo. Es, sin duda, el mejor presidente que ha tenido, y posiblemete tendrá, España.

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