Presidente Calvo-Sotelo
lunes, mayo 5, 2008Artículo publicado en ABC en honor al Presidente Calvo-Sotelo
Me va planteando la vida, muy a mi pesar, la imposible tarea de “rellenar”, de alguna forma, el vacío que deja la ausencia de mi padre. Hoy debo retomar ante ustedes esa labor, lleno de orgullo, para despedir al más intelectual de todos los presidentes de nuestra joven democracia.
Se mezclan en mi memoria los sentimientos; las vivencias y lo contado; la persona y la institución. Para mi, el Presidente Calvo-Sotelo era también Leopoldo, un hombre cercano capaz de centrar su atención, aunque fuese por breve tiempo, en un niño que enredaba por allí.
Con los años, he tenido la oportunidad de unir a mis recuerdos la información y de disfrutar de su inteligente charla; de esta manera, ha ido creciendo en mi la admiración por un hombre discreto, de una gran talla moral.
Ha sido el Presidente más brillante, desde un punto de vista intelectual, que yo he conocido. Resulta delicioso leerle, casi tanto como escuchar su fina ironía en el parlamento.
Conmueve ser testigo del dolor de dieciocho niños por la falta de un abuelo que vivió con fama de altivez y distancia. ¡Qué distantes resultan las realidades de las percepciones políticas! Quiero hoy resaltar, ante todo, la entereza de una familia sólidamente cimentada en la Fe. El dolor sereno y esperanzado de una familia que abraza a quienes les acompañamos. Una vez más, este indigno sustituto ha tenido la oportunidad de contemplar la grandeza de un hombre, y de su queridísima Pilar, a través de su más importante obra: su familia.
Pero no sería justo con su memoria si no hiciese mención del gran político que fue. Muchas son sus aportaciones, pero me toca a mi resaltar que formó parte de ese grupo de hombres que, dirigidos por Su Majestad El Rey don Juan Carlos, devolvieron la soberanía al pueblo español y abrieron el periodo de paz y prosperidad más largo de toda nuestra historia.
En mi nombre y en el de toda la familia Suárez, desde una misma Fe compartida, le deseo la paz y la vida eterna que siempre esperó, y me permito pedirle a él que, desde ese Cielo que a buen seguro habita ya, siga siendo el leal servidor que siempre fue del interés común de todos los españoles.
Sr. Suárez comparto con usted su afecto, admiración y respeto por el presidente Calvo-Sotelo. Enhorabuena por las palabras que le dedica en este artículo.