El Secuestro de Rupérez
martes, marzo 6, 2007Carta de aclaración a mi amigo Antonio Casado en relación al secuestro de Rupérez
Estimado Director, querido Jesús:
En el día de ayer su periódico -El Confidencial- publicó un artículo firmado por don Antonio Casado, por quien siento profundo afecto y respeto tanto en lo personal como en lo profesional, aún en la también profunda discrepancia.
A lo largo de su artículo, el señor Casado va dando su opinión acerca de la crisis provocada por la progresión en el grado concedida al miserable De Juana ese. Está en su derecho y ahí nada tengo que decir por mucho que discrepe.
Ahora bien, en un punto dice textualmente: “Como nadie le reprochó al Gobierno Suárez el pago de un rescate por Javier Rupérez en 1979 y nadie se lo reprochará jamás”. Además, esto da la impresión –pido disculpas si no es así- que lo pone en relación con una frase anterior que viene a justificar la acción por hacerse sin vulnerar la legalidad.
Insisto en mi respeto y afecto por el señor Casado, pero en este caso ha errado gravemente e intentaré explicar por qué.
Primero, es absolutamente falso que Adolfo Suárez González, mi padre, pagara rescate alguno jamás. Confío plenamente en la buena fe de don Antonio y sé, porque le conozco, que intentará averiguar la verdad sobre el caso. Si me permite, le facilitaré las cosas remitiéndole a los numerosos libros que hacen referencia a aquel suceso y que, como el de Carlos Abella o el que en breve se va a publicar por don Federico Quevedo y que tengo el honor de prologar y alentar, recogen los testimonios de don Joaquín Ruiz-Giménez, por aquel entonces presidente de la Comisión por la Liberación de Rupérez, integrada, entre otros, por doña Francisca Sauquillo. El señor Ruiz-Giménez no ocultó su profunda preocupación tras recibir la negativa del gobierno presidido por mi padre a aceptar ninguna de las pretensiones de los terroristas. Le transcribo las palabras de don Joaquín: “El presidente Suárez nos señaló dos puntos muy claros: que no habláramos para nada de rescate ni de excarcelaciones, que era una de las condiciones expuestas por ETA (p-m) para su liberación. De los que estuvimos en aquella comisión todos estamos convencidos de que no hubo rescate alguno”. Más adelante decía: “hubo un primer momento en que se habló del pago de un rescate. La cantidad osciló en torno al millón de pesetas de la época, y fue propuesta por los terroristas en su primer comunicado tras el secuestro”. Sin embargo, precisa Ruiz-Giménez que “después no se volvió a hablar del tema, porque quedó claro que no íbamos a pagar ningún rescate. Categóricamente se rechazó”.
Segundo, el pago de un rescate a los terroristas sería contrario a la ley y constituye un delito perseguible de oficio. Insisto una vez más, no creo que el señor Casado pretenda imputar un delito a mi padre. Menos aún, cuando todos sabemos que el señor Suárez no cedió al chantaje de los enemigos de la libertad ni siquiera cuando estuvo en jaque su propia vida. Le aseguro que tampoco cedió cuando la vida en juego era la de su amigo Javier, que por desgracia, no fue el único caso de secuestro al que se tuvo que enfrentar, algunos con dramáticos finales, muy parecidos al de Miguel Ángel Blanco.
Tercero, dice que “nadie se lo reprochará jamás”. Se equivoca. Yo, su hijo y amigo lo haría. Me he pasado la vida entera recibiendo sus enseñanzas y viéndole practicarlas hasta el heroísmo –y le ruego me permita en este punto un grado de discreción-. Sería para mi una profunda desilusión que hubiera cedido, por muy comprensible que pueda resultar tal cesión. Sé de su boca que no cedió, pero entiendo las dudas de los demás. A ellos les digo que los hombres tenemos derecho a sentir miedo e incluso ser débiles, pero aquellos que tienen el honor de gobernar un pueblo pierden ese derecho. Esto, que parece solo una bonita frase, es lo que le llevó a Adolfo Suárez González a no perder la dignidad del cargo el 23 de febrero. No cuadra ese Presidente con el que menciona el señor Casado.
No puedo dejar de insistir en la confianza que tengo en la buena fe de don Antonio Casado, como estoy seguro que él entenderá mi obligación de aclarar sus palabras.
Reciba don Jesús un muy cordial saludo y mi más sincera enhorabuena para usted y todo su equipo por su periódico.
Muy buena aclaración, no se puede decir mejor.
IMPECABLE RESPUESTA