El Sufrimiento es Parte de la Gloria

jueves, marzo 1, 2012

Artículo publicado en El Mundo

por Adolfo Suárez Illana

El sufrimiento es parte de la gloria; no me puedo quejar, ni guardar rencor a un toro que hace lo que tiene que hacer: luchar a muerte por su vida”. Puede parecer descarnado, incluso cruel, brutal. Sin embargo, es pura humildad y aceptación, sin aspaviento alguno, de las consecuencias de ejercer una profesión artística en la que se puede perder la vida. Con esa frase, Padilla, El Ciclón de Jerez, comenzaba a soplar de nuevo. Era la forma de anunciar su reaparición en la feria de Olivenza tan solo pocos días después –se puede decir así- de la impactante cogida que sufrió en Zaragoza el pasado octubre. He visto infinidad de cornadas y creo que la más incapacitante que puedo recordar es esta. Toda la cara le fue arrancada de cuajo, desde la oreja hasta la nariz, con el consiguiente destrozo del canal auditivo, los nervios faciales, los músculos y la mandíbula. El ojo izquierdo salió empujado de la órbita rota por el pitón y todo el cuadrante superior izquierdo del cráneo tuvo que ser reconstruido. A punto estuvo de perder la vida.

Todo esto, que tan rápido se dice, tiene innumerables consecuencias para el desarrollo de una vida normal; desde el propio equilibrio para mantenerse en pié, hasta el comer -que resulta casi imposible debido a la parálisis facial-, pasando por un zumbido infernal en el oído que no cesa un segundo y la pérdida de visión en el ojo izquierdo. Todo ello acompañado de dolores extremos.

Ante una cornada así, estaría justificada la retirada del más bravo de los novilleros. Pero Padilla dice que no. Con 18 años de alternativa a la espalda, más de 26 cornadas gravísimas y seguramente el record absoluto de corridas “duras”, por no decir imposibles, en su espada, quiere demostrar que sigue con ilusión y ganas de torear. Que vive por y para el toreo. Pero no solo eso, insiste en que no quiere dar pena; pide que se olvide el percance y se acuda a la plaza a contemplar un siempre nuevo espectáculo. El espectáculo más singular de toda la Tierra: bailar a muerte con un toro bravo.

He sido y seré testigo, si Dios me lo permite, de todo el proceso: desde la ambulancia en Zaragoza, hasta el paseíllo el día 4 en Olivenza. He de decir que es un verdadero privilegio contemplar el afán de superación de un hombre así, tan criticado en algunos momentos como querido ahora. No ha sido un camino de rosas y aún queda mucho por recorrer. Se llegó a temer por su vida y ningún médico apostó, no ya por una vuelta a los ruedos, si no por una recuperación importante. He llegado a ver amigos, mientras estaba postrado en la cama, ofreciéndole posibles trabajos para cuando saliera del hospital… pero no. Cuando por la noche nos quedábamos a solas en ese mismo hospital de Zaragoza, tapábamos los extremos del pasillo y con una toalla salíamos a pasear… ¡y a que le embistiera!, ante el asombro de las enfermeras y los agentes de seguridad. Apenas podía andar, pero quería seguir toreando. No se iba a rendir.

Han transcurrido días muy lentos, días llenos de dolor, días llenos de noticias que parecían alejar la meta a cada paso, muchas visitas a médicos, operaciones de catorce horas, rehabilitación… pero también cariño, y coraje, y una perseverancia rayando en la locura.

¡Qué cierto es que Dios escribe recto con renglones torcidos! ¡Quién iba a decir que un percance de semejante magnitud se iba a convertir en la gran oportunidad para Juan y para todos los que no habían reparado en él!

En una época de perfección en la que apenas interesa algo que no sea el toreo en redondo y el toro “bueno”, se ha dado muy poca importancia a los toreros de las corridas “duras”. Pocas son las oportunidades que estas brindan de lucimiento al gusto actual y pocos, muy pocos, son los aficionados capaces de valorar la profundidad de una lidia valiente hecha a un toro de hace dos siglos.

Juan, un hombre lleno de humildad, ha tenido siempre claro que no es Ponce; ni falta que le hace porque, lleno de dignidad torera, ha sabido plantar cara a las más difíciles ganaderías sin importarle con quién, ni dónde; y ahí, ha resultado herido, pero victorioso siempre. También hay gente que ha venido confundiendo a Juan con su personaje, sin mirar más allá. Siempre digo que, al igual que John Wayne no iría matando indios por la calle, Padilla no va poniendo banderillas al violín… por la calle. Quiero decir con esto que, además del Ciclón que vemos en la plaza, existe un hombre prácticamente desconocido y absolutamente excepcional, dentro y fuera de ella. Tan vivo, alegre e hiperactivo, pero también prudente y reflexivo, aunque no lo crean. Es un hombre de una grandeza fuera de lo común. Y aquí encaja lo de los renglones torcidos de Dios. Gracias a la brutal cornada de Zaragoza, Juan ha recibido la atención de todo el mundo y ha tenido la oportunidad de dar a conocer su inmensa dimensión humana, ignorada por la gran mayoría hasta ahora.

Juan ha conseguido crear una familia estable que le acompaña por todos los ruedos de España y América. Es una delicia acercase a “Portagayola” -su casa, cómo no- y ser recibido por Lydia, una extraordinaria mujer de belleza gaditana con tanto o más valor que él, y  por sus hijos, Paloma y Martín. No es fácil construir ese ambiente y mantenerlo tantos años cuando se linda con el bullicio y el desasosiego de la vida de un matador de toros; pero ese Padilla –supuestamente- alocado y bullanguero de las plazas, ha sabido deslindar sus mundos y convertir su pasión por los toros en su profesión, a la que se dedica con tanta exhuberancia como meditación, pero sin apartar jamás la cabeza de lo verdaderamente importante en esta vida. Buena prueba de ello es su estremecedor grito por sus hijos, ahogado en sangre, mientras era conducido a la enfermería.

Nos ha permitido Dios ver al torero y al hombre derrumbados, quizá solo para que tuviéramos la oportunidad de ver cómo se recuperaban y, entre tanto, nos daban  a todos una inmensa, humilde y silenciosa lección de torería y hombría de bien.

Nosotros hemos tenido la oportunidad de ver al hombre levantarse. En unos días, Padilla tendrá la oportunidad de demostrar que también el torero está recuperado y que, olvidado el drama, está en condiciones de enfrentarse,  de tú a tú, con los mejores. ¡Gracias a Dios! ¡Suerte Hermano!

6 respuestas a “El Sufrimiento es Parte de la Gloria”

  1. Precioso. Gracias.

  2. Muy buen artículo, yo he escrito también algo sobre Juan José, espero que te guste: http://anagogue-icorresa.blogspot.com/2012/03/de-lo-divino-en-el-toreo-la-reaparicion.html

  3. […] El Sufrimiento es Parte de la Gloria, por Adolfo Suárez Illana. […]

  4. ¡¡¡¡¡Impresionante!!!!! Qué buen torero él y qué gran escritor tú. Enhorabuena a los dos. Una lección de torería y de amistad. Gracias

  5. […] http://adolfosuarezillana.com/2012/03/01/el-sufrimiento-es-parte-de-la-gloria/ ¿Te ha gustado el post? ¡Compártelo!:Tweet Filed under Superación Personal Clic para cancelar respuesta. […]

  6. Independientemente de que se sea taurino o no, Juan Jose Padilla es un ejemplo digno de imitar para todos aquellos que han caido y les toca volver a ponerse en pie.

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