Sabino

martes, octubre 27, 2009

Artículo publicado en «EL Mundo» el 27 de octubre de 2009

Como ya es bien sabido, solo acepto asumir la representación de mi padre cuando el acto o la ocasión vaya dirigida, no a recibir honores, sino a rendir homenaje a quien lo mereció. Con ese criterio en la cabeza, convendrán conmigo en que pocas ocasiones me brindará la vida, mejor que ésta, para cumplir esa tarea.

He tenido la suerte de tratar a Sabino desde muy joven. Conste que utilizó solo el nombre, sin faltar un ápice al respeto que le debo, por que el mismo, su nombre, a solas, le singulariza muy especialmente y, con ello, se refuerza el reconocimiento que merece. Pero fue mucho más tarde cuando pude descubrir y disfrutar la auténtica dimensión e importancia del personaje y del ser humano que se daban cita en Sabino.

En primer lugar quiero destacar su inquebrantable fe católica. De ella emanaban la paz y la esperanza que siempre le caracterizaban. Creo que, ante su fallecimiento, es importante tener en cuenta esta referencia. A quienes compartimos esa misma fe y nos sentimos orgullosos, como él, de proclamarlo, nos llena de alegría –aun sintiendo laEl Rey y Sabino tristeza de la separación- el saber que, a buen seguro, tenemos en el Cielo un importante valedor del interés común de los españoles.

Y esa es, precisamente, la otra característica que a mi hoy me gustaría poner de relieve: el servicio a España y los españoles, todos. Es importante, y más en momentos como los que vivimos hoy, volver la vista hacia personajes como Sabino, alguien que hizo siempre gala de su criterio sin buscar otra cosa que el interés común y la lealtad. Una lealtad que, para él, consistía en responder con sinceridad y rectitud a aquello que se le planteaba. No buscaba complacer, podía acertar o errar, se podía o no estar de acuerdo con él, pero él manifestaba siempre aquello que, sinceramente, creía que era lo mejor. Es francamente difícil encontrar personajes así en la vida pública española, lugar plagado de gentes dispuestas a repetir, irresponsablemente, aquello que creen gusta oír. Con Sabino se podría discrepar o no, pero era alguien que siempre enriquecía el debate guiado por su libertad.

Quizá por esa misma razón, hoy –y afortunadamente hace ya bastante tiempo-, concite Sabino el acuerdo unánime a la hora del reconocimiento. Hora es ya de que en España no haga falta compartir ideas, ni estar muerto, para recibir el respeto y homenaje merecidos por los servicios prestados a la comunidad. Creo que es la única forma que tenemos los ciudadanos de pagar a un político. Y creo que es la única forma que tenemos los ciudadanos de allegar a la política lo mejor de nuestra sociedad para servir al interés común.

Vaya desde aquí el homenaje y el respeto de Adolfo Suárez González y de toda la familia Suárez a Sabino y su familia. Vaya desde aquí, también, nuestra oración.

Una respuesta a “Sabino”

  1. Yo también tuve esa suerte, la de conocerle. Estaba con mi padre en Información y Turismo, fue su subsecretario, y marchó a la Casa de S.M. para hacer un papel que no podrá ser nunca superado. Poseedor de una humanidad que no le cabía en el pecho nos acompañó en los momentos más duros anestesiando el dolor. Jamás se olvida alguien así. Siempre lo vi como alguien de otro tiempo Tiempo de políticos señores, no de señores políticos. Tiempos en que la política era un servicio que prestaban, no que la política esté presta a su servicio…
    Más que rezar por él, que lo haga él por nosotros, que seguro que ya se ha hecho con influencias allá arriba.
    Mi respeto y recuerdo por siempre.

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